3 may 2015

El régimen de Andalucía

Por motivos laborales el otro día tuve que cenar con un grupo de “altos” cargos de una institución pública andaluza. Incluso había un exministro. Todos, evidentemente, son del PSOE y todos han desarrollado una querencia por el Martini a cargo del erario público. Lo curioso es que en la cena, entre comentarios sobre bolsos de marca y sobre posibles nuevos consejeros había un nuevo tema de conversación: los malos modales de la unidad de la guardia civil contra los delitos económicos. Al parecer el día anterior habían detenido a la cuñada de uno de mis contertulios. También a un par de amigos de todos ellos. A nadie le parecía raro que en una mesa de diez personas todos conocieran a alguien detenido e imputado por corrupción. El sistema político andaluz ha degenerado tanto que eso se ve como algo normal; casi consustancial al cargo.

No me cae bien la jueza Alaya; dudo de su imparcialidad, de sus intenciones y hasta de su corrección técnica. Pero en este momento la situación andaluza es tan trágica que los envites de un personaje así la ponen descarnadamente en evidencia: nuestras instituciones, cada vez se parecen más a un árbol internamente roído por la carcoma. Vivimos rodeados de podredumbre y gusanos.

Ya es hora, por tanto, de admitir sin miedo que Andalucía vive bajo el régimen del partido socialista. Y que es un régimen corrupto. Me consta que calificar nuestro sistema político de régimen ha sido un recurso frecuente de la derecha. También soy consciente de que a muchos andaluces les cuesta trabajo aceptarlo. Pero desgraciadamente es algo innegable a la vista de los hechos.

Básicamente de lo que se trata es de que el régimen político que impera en nuestra tierra ya no es estrictamente la democracia parlamentaria sino, más exactamente, el poder del PSOE. El entramado que emana de este concreto partido político ha ido ocupando cada rincón del poder institucional. El modo de ejercicio del poder propio de la democracia ha sido sustituido por otro basado en los intereses del partido y, sobre todo, de sus miembros.

Es en primer lugar una cuestión de tiempo: la dictadura franquista duró 36 años. El PSOE lleva 37 gobernando Andalucía. Efectivamente, desde la primera Junta preautonómica -en 1978- todos los gobiernos Andaluces han estado en manos del mismo partido político. La actual Presidenta de Andalucía tenía sólo cuatro años cuando su partido consiguió en Andalucía el poder que aún no ha soltado.

No creo que nadie piense que esta falta de renovación política sea buena para ningún pueblo. Es verdad que el problema de Andalucía ha sido siempre la falta de alternativa. Los socialistas no sólo ganan por méritos propios, sino porque las alternativas que hasta ahora se nos han ofrecido resultan esencialmente patéticas. La que más la de una derecha trasnochada e incompetente. Así que la culpa no es de los votantes andaluces, sino de la incapacidad de quienes no han sabido vertebrar ofertas políticas atractivas. En todo caso el resultado es el mismo: el régimen socialista ya dura más que el de Franco.

Un régimen es una mancha de petróleo que se va extendiendo por las instituciones y que cala después hasta ensuciar incluso a la sociedad civil. El régimen es viscoso y da consistencia: toda Andalucía como cubierta de alquitrán; sin variedad, pluralismo ni colores.

Se trata de un Prestige deliberado que se ha ido derramando sobre nuestra tierra durante treinta años y por el que resbala imparable la corrupción. Eso, y no otra cosa, son el amiguismo y el clientelismo. Corrupción que en el mejor de los casos se traduce en intercambio de lealtad por protección.

A menudo va más allá. Y se convierte en robo. No hay duda de que los ERE o los cursos de formación son sólo la punta del iceberg… y son la consecuencia de un régimen que lo ocupa y lo mancha todo. Elementos del régimen que roban. Y Chaves lo sabía; como lo sabe Susana Díaz. Es una clásico: a veces el jefe de la mafia deja que algún aprendiz controle las apuestas o el alcohol en un barrio. Son pequeños negocios que se dejan a los subordinados. Siempre con la misma condición: que no monte escándalo y que cada vez que el jefe quiera, pueda reclamar su parte.

No creo que los Presidentes de la Junta de Andalucía se quedaran la calderilla de los ERE. Pero no tengo casi ninguna duda de que alguna vez habrán levantado el teléfono para pedir que se le encontrara una paguita a fulanito, que se mirara bien a menganito. Son las cosas de los regímenes: son sucios y es imposible participar en ellos sin mancharse.

Así las cosas es evidente que la solución no puede venir del propio partido socialista. Hay tantos militantes, familiares, amigos y leales en general ocupando cargos de todo tipo que la misma Susana Díaz está atada de manos y es incapaz de limpiar esta basura. La responsabilidad está en los partidos de quienes depende la composición y el ejercicio del nuevo Gobierno andaluz.

Izquierda Unida ya colaboró a mantener el sistema clientelar andaluz. Ojalá ni Podemos ni Ciudadanos hagan lo mismo ahora y no nos obliguen a cuatro años más de corrupción y de mierda que lo llena todo.

por Joaquín Urías
profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla.
27/04/2015
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