11 mar 2014

Las circunstancias y la melancolía

Hace tres años participé con una red de colectivos y organizaciones en una manifestación que demandaba una huelga general, coincidiendo con el paro convocado en algunos territorios al margen de los sindicatos mayoritarios. Ansiábamos con extenderlo al resto del Estado, pero nos equivocamos: no medimos bien nuestras fuerzas. La melancolía, el retoño de las expectativas frustradas, nos invadió hasta tal punto que la posibilidad de una huelga alternativa parece hoy más lejana que entonces. Y eso que ahora volvemos a encontrarnos en otro contexto en el que las circunstancias urgen adoptar una solución extraordinaria. Subrayo una, en singular. Porque al afirmar que es "el momento de dar un paso adelante", se quiere decir de manera exclusiva que es el momento de participar en el juego electoral.

Este artículo no pretende decir si hay o no que votar, una decisión que depende de cada cual. Simplemente defiende que hay que enfriar este clima de entusiasmo electoral en aras de un sano escepticismo. Hay distintas cuestiones que nos mueven a duda. En primer lugar, su origen. Que los promotores de la aventura electoral confiesen que se embarcaron en la misma cuando comprobaron el éxito de su discurso en las tertulias televisadas, no es una garantía. Aquí conviene señalar que los grandes medios de comunicación, los "intelectuales colectivos" que comentaba el tan traído Gramsci, son un pilar fundamental de la cuestionadísima Cultura de la Transición. Pero además años y años de exposición televisiva demuestran que esta no contribuye a la maduración colectiva y que por tanto no resulta el vehículo más indicado para la concienciación. El medio determina el contenido y las voces críticas forman también parte del espectáculo.

Además, tampoco resulta clara la estrategia. Se plantea como fin la "democratización de las instituciones". En el panorama más próximo aparecen las elecciones europeas. ¿Se pretende democratizar la Eurocámara, compuesta por 754 diputados y expuesta al acoso de unos 2.500 lobbies que campan a sus anchas en Bruselas? Una labor cuanto menos titánica, máxime con la desafección que estos comicios provocan entre la población española. La estrategia habrá de ser por tanto a medio-largo plazo, con la consolidación de una fuerza que tenga presencia en las instituciones españolas.

Para una plataforma que reivindica el legado de un 15M dado prematuramente por finiquitado, la única opción de alejarse de los viejos vicios de la política es constituir una alternativa horizontal comenzando por la base, es decir, los barrios y los municipios, en línea con lo que propone Montserrat Galcerán. ¿Los círculos surgidos como setas las últimas semanas serían el punto de partida? Es dudoso. Por otra parte, hay que tener en cuenta las renuncias que supone la participación electoral: del abandono de la consigna icónica del "No nos representan" a la pérdida de poder de las asambleas y la aparición de líderes.

Los vaivenes en el discurso, que de la noche a la mañana introduce revolucionarios cambios en el tradicional panorama político español, son también sintomáticos de un movimiento volátil. La diferenciación entre izquierdas y derechas ha pasado a un segundo plano, una novedad que podría ser bendecida si con ella se entendiera de una vez por todas que el PSOE no representa los intereses de los trabajadores.

Al mismo tiempo desaparece la lucha de clases, remplazada por un patriotismo de tipo populista, importado del pensamiento bolivariano donde la defensa de la patria adquiere una connotación emancipadora. Explicar esta postura en un contexto como el español, donde la influencia del legado franquista todavía sigue siendo predominante, no es sencillo; sobre todo si es utilizada como coartada electoral para pescar votos entre unas Fuerzas Armadas que nos siguen sorprendiendo con gestos involucionistas. Pero además, ¿qué hay que decir sobre las brechas que ya existían en el seno de nuestra sociedad y que la crisis ha acentuado? Los argumentos no pueden limitarse a decir que la soberanía ha sido secuestrada, sin pronunciarse sobre un orden económico que ha convertido a la masa sometida a la esclavitud del trabajo asalariado en muchedumbre abocada a la agonía de la búsqueda de trabajo remunerado.

Algunos de los inconvenientes apuntados pueden ser solventados con el rodaje. O quizás no, porque en el fondo desconocemos bastante de las ideas y alcances que puede tener este nuevo movimiento electoral. Es lo que tienen los experimentos. En cualquier caso, siempre conviene estar alerta y no ceder ante la seducción de las circunstancias, porque no hay mayor desalentador que la melancolía.

Aleix Romero
Historiador
06/03/14
diagonalperiodico.net

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