5 nov 2013

Un fiambre llamado Tierra

Atravesamos, desde hace mucho tiempo, momentos cruciales en nuestro devenir histórico. Nuestro planeta pasa por dificultades de alcance. No todo el mundo valora de igual modo los síntomas detectados. Mientras algunos diagnostican catástrofes graves, otros se mantienen en una especie de incredulidad semejante al escepticismo. Incluso los hay que opinan, desde la mayor de las ignorancias voluntarias, por aquello de la calificación que otorgan, con desprecio, de todos aquellos que advierten de las penalidades potenciales. Estos últimos suelen ser los que tienen pocas razones para valorar ajustadamente lo que poseen o disfrutan, por haber tenido que aportar pocos méritos para alcanzar el status logrado o heredado.

Lo cierto y verdad es que, desde el mundo de la Ciencia, se viene concediendo importancia a detalles reveladores de graves dolencias que afectan a nuestro planeta. Han sido las únicas voces capaces de levantarse contra la amplia y desconsiderada agresión intelectual, además de la física, que los gigantes energéticos practican, al unísono con las grandes petroleras y en una alianza sólidamente acordada, que están en campaña permanente, ocultando datos, hechos y circunstancias y violentando la verdad de lo que acontece, intentando mantener sus intereses aún a costa de los colectivos y generales de las personas que habitan este planeta llamado Tierra.

El mundo de los beneficios ha logrado concitar en derredor suyo a mucha gente que, en espera o bajo promesas, de compartir algo de lo obtenido o por obtener, es capaz de aportar cuanto tienen a mano, para hacer posible su rentabilidad personal. No escapa de esta trama el colectivo de los profesionales de la información y comunicación que tienen entre sus filas a algunos miembros que actúan de voceros de intereses bastardos. Todo el mundo conoce los manejos en  el Reino Unido de un siniestro personaje llamado Murdoch, por cierto, “patrón”, también, del anterior presidente del Gobierno del PP, José María Aznar. En los Estados Unidos, se acusa a su imperio de apoyar mediática e incondicionalmente a las grandes petroleras. Le acusan de que en torno al 80% de la información que se da e USA sobre el calentamiento global en los periódicos de Murdoch, induce a error.

Se acaba de  formular una llamada advirtiendo del hecho de que el “amigo” de Aznar, ha decidido entrar a saco en una posición que minimice las referencias a las dificultades de nuestro planeta y al cambio climático en marcha o en ciernes, o irremediablemente logrado. La pretensión, no es otra, que disuadir al magnate de la comunicación interesada, ya que lo único decente es decir y dar a conocer la verdad. Todo el mundo puede adherirse apoyando la iniciativa. Tiene por objeto sumar las voces para efectuar un llamamiento a Murdoch y que acepte lo que se valora científicamente y los pronósticos que plantea y que esas verdades sean las que vean la luz en los medios de comunicación, para que no se violente la información que las personas reciben. En torno a 2000 científicos están en ello.

No se pueden obviar las necesarias actuaciones gubernamentales que permitan dar un giro en el maltrato al planeta que constituye nuestro hábitat. Hoy hay signos evidentes de cambios en la dirección perniciosa: sequías persistentes, tormentas descomunales, amenaza de un nivel del mar que puede engullir parte de las osadas construcciones consentidas o no, en las riberas marítimas, incluso obra pública, clara disminución del espesor del hielo en el Ártico o desaparición de glaciares o de islas habitadas y un largo etcétera.

Confiar en que la Tierra es un sistema autosuficiente, entre otras cosas atribuyendo carta de naturaleza a lo que presumiblemente ha debido ocurrir con anterioridad, desde el origen de nuestro planeta, es una licencia injustificada. Argumentar que la evidencia es que ha debido superar las adversidades, dado que aquí estamos, es, cuando menos, ignorar una parte fundamental de los hechos, cual es la aportación del hombre como especie, al deterioro infringido. No hay elementos suficientes para determinar, inequívocamente, cual es el punto de no retorno. Solamente, sensatamente, podemos plantearnos que, por si acaso estamos a tiempo, debemos activarnos en la dirección de evitar mayores contribuciones al quebranto del delicado sistema ambiental, que se fue configurando para albergarnos generosamente desde hace unos 4.500 millones de años. Negar el cambio climático es amparar, con excusas, a los que tienen intereses en juego, por encima de lo que aportan a la Humanidad y, por descontado, no contabilizados en los imputs-outputs del negocio propio. Que haya mercenarios capaces de apoyar, desde la Ciencia o desde los escritos o desde cualquier foro y nos infecten y arrastren a otros a que lo hagan, no debe afectarnos, con el convencimiento de que su falta a la verdad no encontrará descanso de conciencia.

Lo único cierto es que, de nuestra inhibición, solamente derivan las opciones de mayores perjuicios. Sabemos lo que lo que hacemos mal y sabemos igualmente que lo que hacemos mal es a costa de un precio que pagan los demás. Así se puede competir porque el precio es más barato. Pero alguien tiene que pagar la diferencia. Así venimos haciéndolo desde que nos reconocemos. ¿Y si empezáramos a preocuparnos por ello? Si colectivamente lo logramos, y desenmascaramos a los que actúan a la contra, porque quieren seguir aprovechándose de los demás, podremos limpiar la conciencia de las múltiples tachas pasadas, que las tenemos. Unidos podemos. Vivimos un presente que da paso a un futuro y no somos propietarios, sino solo usuarios. Si dejamos que los espabilados referidos actúen a sus anchas, la Tierra como fiambre, está servida. Tú verás.

Alberto Requena
nuevatribuna.es 
04 Octubre 2013

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